La modelo y actriz tiene su propia manera de romper los protocolos sin renunciar a su distintivo estilo clásico. Y la pone en práctica en el mismo día.
En materia de estilo, podríamos dividir a las mujeres entre las que prefieren verse favorecidas y las que eligen tener rollo. Dentro de las primeras, están las que apuestan por looks más extremos y las que lo hacen por otros más clásicos. A esta última escuela pertenece la modelo y actriz Rosie Huntington-Whiteley. Su melena impoluta, su belleza normativa y un armario compuesto de básicos eternos –gabardinas, chaquetas de cuero, vaqueros, botas y botines, sombreros, bolsos atemporales…– la han encumbrado como el exponente preppy de la Costa Oeste. El alter ego californiano de Olivia Palermo o Miranda Kerr. Seguramente, sus raíces inglesas favorezcan ese dominio del estilo más refinado.
Pero a la actriz de Mad Max: Furia en la carretera le gusta innovar –siempre con pequeños gestos que lo son todo– en la práctica de este, un estilo del que parece que está todo dicho y escrito. Ya sea con una nota sexy constante, que se manifiesta en la elección de camisas abiertas que dejan entrever la lencería o una filia por los zapatos de tacón; con la introducción de elementos de última tendencia –véase la boina del primer look de este artículo–; o con una ruptura del protocolo generalmente aceptado. Y todo esto lo ha hecho en un mismo día, con dos apariciones, una diurna y otra nocturna. Vayamos por partes.
En la misma jornada, en Nueva York, Rosie salió por la mañana de compras a la tienda de vaqueros Paige (sus favoritos), y para la ocasión vistió un total look en negro. Un color, tradicionalmente, asociado a la nocturnidad. Jersey de cuello vuelto, pantalones de piel, botines, un abrigo fino e historiado y la nota de tendencia a través de la boina. El bolso, también de estilo clásico, lo firma Saint Laurent, una de sus marcas de cabecera. Y en la línea de romper los arquetipos asociados al binomio blanco y negro (el primero para el día, el segundo para la noche), esa tarde acudió a una cena con un total look blanco que parecía rendir tributo a una musa del clasicismo, Carolyn Bessette-Kennedy.